martes, 9 de octubre de 2007

El sistema esclavista de Waltmart

Hace casi cien años, John Kenneth Turner en su libro “México Bárbaro”, describió la situación política mexicana durante el gobierno de Porfirio Díaz, y evidenció la práctica esclavista del monopolio del henequén en la península yucateca, en donde indígenas yaquis y mayas eran forzados a trabajar jornadas excesivas, e incluso podían ser vendidos o comprados.

El gobierno de Díaz, por supuesto, era cómplice de los dueños de estas haciendas y disfrazaban su sistema económico infrahumano bajo el nombre de “servicio forzoso de deuda”.

Actualmente, las grandes corporaciones como Wal-Mart, nos recuerdan a los empresarios henequeneros que han hecho su fortuna, no basada en la calidad ni servicio en sus productos, sino en la pésima política laboral con la que maneja a sus empleados.

Este tipo de empresas, a las que se añade a la lista Soriana y Comercial Mexicana y un largo etcétera, se instalan en nuestro país y Estado, con la promesa ilusoria de crear cientos de empleos que, en teoría, beneficiaría a la región, pero que se convierte en una fábrica de esclavos modernos.

Sus empleados son obligados a firmar un contrato en blanco (si es que se apiadan) para poder despedirlos cuando así sea requerido; sus salarios no sobrepasan del mínimo y no existe opción de crear antigüedad. Los aguinaldos y repartos de utilidades para estos trabajadores son unicornios azules.

Por eso la manifestación que se dio el martes pasado frente a un Wal-mart colimense se me hace un esfuerzo loable, que sin embargo, lamentablemente dudo que prospere si es un hecho aislado.

En otros países, como Argentina (en el que incluso, han contratado represores del exrégimen militar), ha habido intentos de formación de sindicatos en esta cadena, con consecuencias poco agradables: el despido de todos los trabajadores.

Nuestras autoridades laborales han hecho ojo de hormiga en estos casos, en el que Wal-mart no es el único; está por ejemplo, centros educativos como el Colegio Inglés, que hace trabajar a recién egresados con la promesa de una plaza laboral; los explota haciendo que realicen programas de estudio, y posteriormente, unas semanas después, sin haberle pagado un centavo, los despide y les da las gracias. El negocio es redondo: se aprovechan del trabajo e innovación de los jóvenes, ávidos por quedar bien y, sin contrato de por medio, les roban sus ideas para posteriormente aventarlos a la calle.

Cien años han pasado desde que se impuso el Servicio Forzoso de Deuda; una revolución terminó con el gobierno de Díaz y los henequeneros, pero los monopolios y los sistemas esclavistas nada más cambiaron de nombre y de dueños.


Tránsito y vialidad de Colima, un ejemplo


Hace una semana pude comprobar que el personal de la Dirección General de Tránsito y Vialidad de Colima, no sólo hace un buen trabajo, sino que hace diferencia. Los agentes de tránsito y peritos de la corporación tienen características poco habituales que en otras dependencias: amabilidad y cortesía. Desempeñar bien su trabajo es su deber, pero el buen trato, nada cuesta.

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martes, 14 de agosto de 2007

Mal en el puerto


No se puede decir que se jugó bien, pero tampoco se merecía la derrota en el puerto. Un pésimo arbitraje nos quitó el punto que se merecía, tal vez hasta la victoria. Veracruz hizo un primer tiempo ligeramente mejor que los zorros, pero le regalaron el penal. Para el segundo tiempo, todo fue para los zorros, sin embargo, el novato nazareno echó todo por la borda y perjudicó al cuadro atlista. Se viene Pachuca, y no veo por donde. Y peor aún, después las chivas.... mejor voy preparando la bolsita.

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martes, 7 de agosto de 2007

¿Cuántos diputados debería tener Colima?

Comparando el estado de Colima con los más poblados del país, nuestra entidad tiene una sobre representatividad legislativa, que lejos de ser un mérito y costarnos muchísimo dinero a la ciudadanía, podría costarnos más si deciden construir un nuevo inmueble para nuestros representantes populares. El colmo pues.

Si se toma las alegres cuentas del INEGI, Colima tiene 560 mil personas, con un congreso de 25 diputados, lo que en promedio resulta 1 legislador por cada 22 mil personas.

Jalisco, por ejemplo, tiene 40 diputados y una población de más de 6 millones, lo que significa que por cada diputado existen 158 mil personas representadas. Por otro lado, en el Estado de México cada 274 mil personas están representadas por un diputado, cuyo congreso está constituido por 51 legisladores. Tomando como referencia la tasa de representación de Jalisco, Colima tendría que tener solamente 3 ó 5 diputados para igualarla, y si nos vamos al extremo, con la tasa de representación mexiquense, el congreso del estado de Colima únicamente sería de dos legisladores, lo cual, más que asombroso y risible, nos resultaría extremadamente barato.

La distribución legislativa por municipio resulta dispareja igualmente. Mientras en Tecomán, cada 50 mil ciudadanos cuenta con un diputado, en Ixtlahuacán, campeones de la representatividad, gozan de lo lindo 5 mil ixtlahuaquenses con su diputado; una diferencia de 1000%. De igual forma, los municipios de Villa de Alvarez, Manzanillo, Colima y por un pelito, Armería, están sobre representados.

Sin embargo, la realidad es otra, y tenemos que ser más ecuánimes en nuestras cuentas, porque proponer que el congreso colimense sea constituido nada más por dos diputados, representaría el soponcio para nuestros partidos políticos, una larga lista de compromisos políticos se vendrían abajo y eso no queremos que pase. En un caso similar, el congreso de Baja California Sur, estado que más o menos tiene la misma población de Colima, cuenta con 21 diputados, en donde cerca de 24 mil personas son representadas por cada legislador. Al reducir 4 curules al congreso estatal, cada diputado colimense representaría 26 mil personas y un ahorro de 4 jugosos sueldos de legisladores, más bonos, más aguinaldos, más compensaciones, más asesores, más lo que se acumule esta semana…

Saquemos cuentas entonces. En la página del congreso (congresocol.gob.mx) estipula el sueldo de cada diputado en cerca de 50 mil pesos mensuales, lo que generaría 600 mil pesos anuales, que multiplicados por 4, serían 2 millones 400 mil pesos que podrían ser invertidos en la rehabilitación del congreso actual. Si se opta por la vía de la construcción del nuevo palacio legislativo, con el ahorro del sueldo de 4 diputados se pagaría en 25 años, tomando en cuenta un costo total del inmueble de 60 millones de pesos (sin intereses), o por la vía rápida con una reducción de 10 diputados (6 millones de pesos anuales) se pagaría en 10 años o rehabilitar el congreso actual hasta dejarlo “súper nice”.

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martes, 24 de julio de 2007

La salida de Guardado

Andrés ya está en La coruña. Deja un vació en el equipo académico que dificilmente podrá ser llenado. Las opciones que tiene el técnico, Rubén Omar Romano, dejan mucho que desear: rergis o padilla.

La delantera rojinegra parece chata, Marioni y otro delantero argentino que tiene potencial pero que tendrá que adaptarse muy rápido al futbol mexicano. No quiero pronosticar un negro panorama para la próxima temporada pero sin Guardado, Caniza y un delantero eficaz, el Atlas no tiene muchas esperanzas.

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martes, 17 de julio de 2007

Cuba para capitalistas

Hace aproximadamente un mes y medio visité la isla de Cuba. He aqui mi crónica del viaje.

Cuba para capitalistas

La idea de ir a Cuba no me atraía al principio, tengo que confesar. Y no fue por lo poco atractivo del viaje, sino por una pereza inusual, ya que me entusiasmaba más el hecho de ir a exponer una ponencia que viajar. Lo irónico del asunto es que iría a un Congreso de Administración y Contabilidad precisamente al único país socialista proclamado de América.

Había escuchado tantas historias de la isla en el sentido de su tremenda pobreza y de turismo sexual, pero ninguna de ellas me hablaba de la idiosincrasia de su pueblo, de la revolución, de Fidel, de su política, nada.

La travesía comenzó en Domingo, y de inmediato se presentaron las primeras inconveniencias. Al llegar al aeropuerto de la ciudad de México, tuvimos que recorrerlo varias veces en búsqueda de una visa cubana, documento esencial para el trámite del pase de abordar de mi esposa Marlene. Nos equivocamos en muchas ocasiones buscando la oficina que nos daría el papel, sin embargo, parecía que nadie sabía de ese trámite. Hasta que por fin, en la aerolínea nos lo dieron, no sin antes saber que faltaban 20 minutos para que despegara el avión y nosotros todavía no habíamos documentado. Por suerte, después de correr hacia el otro lado del aeropuerto a la sección de vuelos internacionales, pudimos documentar sin hacer largas filas.

Desesperados por hallar la sala B, pasamos por una zona de inspección y un detector de metales varias veces. Nos informaron que la sala estaba en el área de vuelos nacionales, porque el viaje haría escala en Cancún. Corrimos desesperadamente, otra vez, hacia el otro lado del aeropuerto, con maletas de mano y el traje, nos sofocó el esfuerzo, pero la urgencia era crítica, nos faltaban 10 minutos para la salida del vuelo.

A duras penas llegamos a la Sala B, en donde supuestamente saldría nuestro vuelo, pero el horror de saber que era una sala de espera y no de abordaje nos puso al borde del llanto. Rápidamente preguntamos a un agente de seguridad que no pudo decirnos donde saldría el vuelo y con 5 minutos para la salida miré a mi esposa totalmente derrotado. El coraje de hacer el trámite en el aeropuerto de la visa cubana y la poca disposición de la aerolínea en ayudarnos me invadieron. Mi esposa miró un módulo de información de la aerolínea y nos dijo que el vuelo estaba abordándose en la sala 17. Estábamos en la 34. La desesperación era total.

Quise correr pero pensé que era inútil el esfuerzo, jamás llegaríamos a tiempo porque la sala estaba en el extremo del aeropuerto. Mi esposa corrió y me dio fuerzas para seguirla. Con el último aliento llegamos justo a las 5:50, la hora del vuelo. Estaban abordando y mi alivio fue instantáneo.

El vuelo prosiguió sin contratiempos y llegamos a Cancún donde bajaron la mayoría de los pasajeros. El viaje hacia la Habana duraría 40 minutos más y era de sorprenderse que pocos viajeros quedaban en un avión con capacidad para 150 personas, la mayoría mexicanos y algunos cuantos cubanos.

Daban casi las doce de la noche cuando por fin llegamos a la Isla. Después de pasar inmigración nos dirigimos a la salida del aeropuerto, donde supuestamente nos esperaría el traslado hacia el hotel. No me sorprendió que no hubiera nadie. Decidimos cambiar algunos pesos convertibles, pero la cajera nos aseguró que en la ciudad nos darían mejor precio, además de que el hotel también aceptaba pesos mexicanos. Nos fuimos confiados y solamente cambiamos 500 pesos, unos 50 Cucs.

Tomamos un taxi y comenzamos a ver la ciudad. Carreteras bien pavimentadas, sin baches, palmeras, arbustos pequeños, casas con colores pasteles. Asombrado por la similitud con la ciudad de Miami, pero más vetusta, le pregunté al taxista sobre Manzanillo, una ciudad a la que yo había escuchado que había desembarcado Fidel en los inicios de la Revolución en el documental de Oliver Stone. Nos dijo que quedaba lejos de aquí. También pregunté por Varadero y nos comentó esa sí estaba cerca, que era como Cancún, pero que lo mejor de Cuba no eran sus playas, sino su gente, su sociedad. Cuanta razón tenía.

Seguimos nuestro transcurso al hotel, en donde el taxista nos explicaba algunos puntos de interés por donde pasábamos, como la universidad, el hospital militar y nos daba algunos datos de su país “Los mejores médicos están en Cuba” afirmaba con gran orgullo “Pero ahora andan en otros países con eso de la operación milagro”. La operación milagro consistía en intervenir las cataratas y problemas visuales a la población de manera gratuita. Había resultado un éxito en Venezuela y en Colima algunas personas habían viajado a la isla y operadas también con particular éxito.

Arribamos al hotel y le pagamos 20 Cucs al taxista. Preguntamos por nuestra reservación en el lobby y la recepcionista nos dio las malas noticias: no había reservación. Pero como era de esperarse, el hotel tendría esos problemas con algunos congresistas y nos dijo que pagáramos 200 cucs como depósito para pasar a la habitación a fin de que se arreglara la situación al día siguiente.

En ese instante, el país nos dio la primera bofetada por ser capitalistas: ninguna de nuestras tarjetas de crédito pasaban, porque de alguna forma, los bancos emisores tenían nexos con Estados Unidos. La recepcionista nos explicó que si el banco tenía la cuenta en otro banco que fuera de Estados Unidos no se podría hacer la transferencia. Probamos con Banorte, que supuestamente es mexicana, pero la máquina hizo pedazos la frase impresa en el anverso de la tarjeta “Valid Worldwide”.

Deben de pagar con efectivo, nos dijo la muchacha. De acuerdo, aquí tenemos dos mil pesos mexicanos, No, no aceptamos pesos mexicanos, deben ser cucs o dólares. Mi esposa y yo nos miramos uno al otro, Señorita, si no aceptan nuestras tarjetas y no aceptan nuestro dinero, entonces no hay nada qué hacer. Nos vio con una mirada de incredulidad y lástima, y con una actitud déspota nos dijo que mañana lo arreglaríamos entonces y nos dio la llave de la habitación sin pagar nada.

Comenzó la preocupación. Qué vamos a hacer me dijo Marlene, tenemos el dinero en efectivo justo para el hotel. Mostrando un aire de ecuanimidad y serenidad le dije que no había por qué preocuparse, que hallaríamos la forma, pero no me creyó. Estaba tan cansando que preocuparme en ese momento no me quitaría el sueño.

Al día siguiente, nos levantamos muy temprano para irme a inscribir al congreso. Afortunadamente no había mucha gente todavía a eso de las 8 de la mañana, y fui de los primeros. Me regalaron un maletín con información del congreso de contabilidad y administración, un programa y dos libros de Fidel Castro: Absuelto por la historia y Cien horas con Fidel. Hasta el momento, sigo leyendo el segundo libro.

Fuimos a desayunar, y dentro del buffet del hotel encontramos cosas interesantes como muestra de la gastronomía cubana: moros con cristianos, guisos de jamón y salami, tostones y exquisito café. Mi esposa solo renegó de una cosa, que como todo mexicano en el extranjero empieza a extrañar a la hora de comer: el picante.

Después seguimos con el calvario del sistema. No pudimos pagar la habitación con las tarjetas y aunque la gente del congreso nos atendió amablemente no pudo hacer nada al respecto más que darnos una prórroga mientras conseguíamos por otras instancias el recurso económico.

De ahí empezó la peregrinación financiera: ir al banco a ver si ellos podrían retirar dinero de la tarjeta, hacer una transferencia de dinero por medio del banco y como última opción, la ironía más capitalista del asunto: que nos mandaran dinero desde México por Western Union.

Ninguna de las anteriores opciones prosperó, hasta que una compatriota, también de la Universidad de Colima, nos hizo el favor de prestarnos su tarjeta de crédito “Santander” para concluir con la deuda y aliviar nuestro sufrimiento.

A partir de ese momento, la liberación fue completa. Pudimos salir a dar un tour por la ciudad, y contemplar la urbanidad de la Habana.

En el clásico recorrido turista, pasamos por las principales calles, y vimos por doquier letreros con mensajes de la revolución: “48 aniversario de la revolución” “Cuba socialista”, etc. Pero los que más me llamaron la atención fueron “Bush + Posada Carriles = Hitler” justo en la entrada de la oficina de relaciones de Estados Unidos, además de “Señores imperialistas, no les tenemos absolutamente ningún miedo” en el que muestra a un soldado revolucionario en la isla proclamando esta frase a un gringo de Miami.

Fuimos a la plaza de la revolución y apreciamos la estatua a José Martí, el héroe de la patria cubana, y gran inspiración de Fidel Castro. Que por cierto, nunca pude ver ni una calle, ni una estatua, ni ningún culto al ego personal de Castro en las calles de la Habana, algo de lo que deben aprender muchísimos de nuestros políticos mexicanos, empezando por el abominable Arturo Montiel, que cansado de ponerle su nombre a toda obra que el pueblo pagaba y en el colmo del egocentrismo, puso el nombre de su más reciente esposa, una modelo francesa de grandes nalgas, a un hospital del Estado de México.

Cada que recorríamos un metro de la ciudad, más lo asociaba con Miami, y el guía turístico me dio la razón: tanto la arquitectura de la ciudad de la Habana como la estadounidense es Art Decó, de ahí su gran parecido, excepto por una cosa: la cubana estaba sumamente deteriorada y vieja. Y gran ironía porque todavía estábamos en la Habana Moderna.

Mientras la ciudad nos mostraba sus entrañas, no dejaba de pensar en la Revolución y la comparación con mi país era inevitable. Cuanta dignidad tenía el pueblo cubano y que tan caro han tenido que pagarlo por eso, me atrevo a decir, incluso, que el costo ha sido mayor de los límites razonables.

Pasamos por varios monumentos revolucionarios, muchos de ellos, vestigios de la guerrilla como tanques, ametralladoras, algunas estatuas y me llamó muchísimo la atención el buque en el que Fidel arribó a Cuba después de su exilio en México, el “Granma”, nombre homónimo de su principal diario. También pasamos por donde el guía turístico nos dijo era la casa de Fidel antes de caer en su enfermedad. Cabe resaltar que no era la gran cosa y no se diferenciaba a las demás, una casa mediana color azul vetusto, cualquiera de la infonavit la superaría ampliamente.

Paramos en el centro histórico y el guía nos dio su primer discurso político. Habló de la situación actual de Cuba, del bloqueo, de los yanquis y del imperialismo, y dijo estar convencido de que no se necesita un cambio en el país, sino una recuperación “Tenemos que recuperar lo que teníamos antes, lo que se llevaron los estadounidenses”.

Después de andar viendo algunos edificios y tomarnos unos daiquiris regresamos al hotel. Nos dispusimos a ir a un restaurante a cenar. Salimos casi dando las 9 de la noche y mi esposa y yo caminamos un buen trecho por Siboney, pero no encontramos nada.

Pasaron algunos minutos y decidimos preguntar; no estábamos lejos de uno nos dijo el informante, que siguiéramos hasta llegar a la novena avenida y diéramos vuelta a la derecha.

Cuando llegamos a la novena avenida pudimos darnos cuenta del lugar. No era más que una casa más o menos moderna con un diminuto letrero de restaurante, sin luces, sin más avisos y un guardia afuera leyendo el Granma.

Entramos y estaba solo. El personal se quedó callado cuando ingresamos al recinto y un poco desubicados los saludamos y tomamos una mesa. Pedí un bistek palomilla y unos tostones de queso y jamón, por su parte, mi esposa pidió unas brochetas de pollo. Mi carne estaba dura y el pollo que pidió Marlene sabía chicloso e insípido. Mi esposa notó un detalle que yo no consideraba hasta el momento: el restaurante estaba muy escondido, con las ventanas cerradas y grandes cortinas para que no se viera nada desde afuera. Ignoraba hasta ese momento por qué estaba así.

Al día siguiente, realicé mi presentación del congreso y no hubo nada de qué preocuparse. No hubo preguntas, tal vez porque el tema no era lo suficientemente interesante como para que les importara la problemática del limón colimense, o tal vez sólo les interesaban los problemas administrativos de Cuba a los presentes.

Una vez cumplido el compromiso decidimos festejar toda la “delegación” colimense y nos fuimos al centro a dar un paseo. Nos dirigimos al Coppelia, una nevería cubana, que según nos habían dicho nuestros compañeros que habían estado un día anterior, sus helados estaban deliciosos. Al llegar al lugar notamos que habían larguísimas filas y a pesar de ello, nos formamos. La situación era desesperante porque no avanzaba con rapidez. Uno de nuestros compañeros se fue en búsqueda de un empleado con el que habían entablado amistad la vez que visitaron al Coppelia y una vez identificado nos llamó para que nos saliéramos de la fila.

Nos sentimos influyentes y con una estela de vergüenza y pena por las personas que estaban todavía en espera, decidimos tomar una mesa. Pero para nuestra sorpresa vimos que la sección de la nevería que ingresamos estaba completamente sola, con muchísimas mesas desocupadas. Nos dio indignación y le preguntamos al empleado cual era la situación. Nos dijo que no había mucho helado, y que mantenían esperando a la gente para que les ajustara y que eso era cosa de todos los días, incluso, nos confesó que ese día las largas filas que nosotros habíamos visto, eran en realidad, poca gente “Pero es cuestión del lugar, tenemos capacidad para 300 personas y se acaba muy pronto el helado, ya que sólo una fábrica es la que nos surte, y ahorita andamos bajos, pero hay muchas neverías por aquí, pero todos quieren helado de esta” nos dijo el moreno.

También nos explicó que el nombre de “Coppelia” es un grupo de ballet muy antiguo de Cuba y añadió un detalle más del lugar: había servido para una de las escenas de la película Fresa y Chocolate con Francisco Gattorno. Poco me importaba porque en realidad, yo estaba comprobando fehacientemente que su helado estaba riquísimo.

Nos dirigimos al malecón caminando y uno de los compañeros, José, un profesor de la Facultad de Contabilidad de Manzanillo, un hombre obeso y bonachón, nos estaba relatando de su encuentro con un cubano beisbolero “Aquí hay una cosa, no debes prestarles mucha atención a la gente, porque sólo te piden dinero, pero este wey vino y me dijo que era campeón beisbolista y como a mi me gusta el béisbol me interesé, y entonces me comentó que había sido entrenador del Duque Hernández, yo estaba apantallado ya, y empezamos a platicar hasta que me pidió que le invitara una cerveza y cuando dijo eso pensé ya me chingó este wey”.

Rumbo al malecón me topé con Wilmer, su esposa y su hija, una familia negra cubana que me pidió la hora y al momento de escuchar mi acento adivinó mi nacionalidad. Muy amables al principio y como la mayoría de ellos, muy inteligentes al hablar y ser amistosos. Pero justo al llegar al malecón me lanzó su jugada “Qué te interesan los cohiba o los Montecristo? Porque yo puedo comprártelos en una cooperativa y te sale a la mitad de que si los compraras en una tienda, a mi me dan comisión, así que le puedo comprar leche a mi hija; la cooperativa está allá doblando la esquina”.

No me interesaban en ese momento los habanos, y me estaba retrasando del grupo y aunque sentía algo de pena por su hija le dije que no. Insistió y me dijo que podía comprarlos más baratos, pero mantuve la negativa.

Estuvimos por espacio de dos horas en el malecón. El beisbolista cubano nos siguió y nos quiso vender una botella de ron. Son muy insistentes nos dijo José, pero si les das a uno, después no te los quitas de encima y les tienes que dar a todos.

Después llegaron un par de músicos con maracas y guitarra, uno de ellos era una copia caribeña de Kiko, el del chavo del ocho: con tenis, pantalón corto, y su cachucha volteada. Cantaban muy alegres sus propias canciones inspiradas en la vida cotidiana de la Habana. A José le encantaron y les propuso que se fueran a tocar a un bar de Manzanillo en Colima. Al final de su improvisada tocada, les hicimos algunas preguntas, entre las cuales yo quise conocer si realmente había ricos en la isla o todos eran, como dicta el socialismo teórico, medianamente iguales. “Pues aquí el gobierno lo controla todo, y claro que hay personas que viven mejor que otras, sobre todos los militares retirados que hacen negocio con la venta de alcohol y otras cosas en el mercado negro”.

En ese momento descubrí otra cosa que con tal de hacerse de más dinero, mucha gente vendía cualquier cosa en el mercado negro. Ya había sabido de los habanos, pero podría comerciarse cualquier artículo esencial para los cubanos y turistas, entre esas cosas, también gente. El malecón era el rincón de la prostitución ilegal, pero tolerada bajo ciertas restricciones. Y había para todos, heterosexuales o gays, blancos, mulatos, tigreños y negros. Y hasta por catálogo.

Lo que más me llamó la atención de la piratería fueron sus taxis. Había tres clases: los nuevos, los blancos y los piratas. Los taxis nuevos eran autos peugot de reciente modelo, muy caros, podrían cobrarte hasta 15 cucs recorriendo una distancia de 10 kilómetros. Después estaban los taxis blancos que te hacían 20% de descuento, solo por ser un “poco” más viejitos; modelos datsun de los 70s. Y los piratas, que eran autos particulares y te ofrecían el servicio muchísimo más barato. Lo curioso del asunto es que los tres gremios trabajan en armonía regularmente, siempre y cuando no les quitaras los clientes de manera descarada. Incluso los del gremio de los “nuevos” te recomendaban que usaras los pirañas, para ahorrarte un baro. Por supuesto, como eran ilegales, entre ellos se repartían las ganancias y sobre todo libre de impuestos.

La última noche fuimos al hotel Nacional a ver el show “parisién”, un espectáculo de baile donde te mostraban toda la historia de Cuba danzando, excepto claro, la revolución, porque cualquier tema político estaba prohibido en la isla. La coreografía fue alucinante, gran vestuario, excepto por un detalle que mi esposa captó: muchas de las medias de las bailarinas estaban remendadas, y después supimos porqué. Cuba carece de artículos especiales debido al bloqueo sobre todo los de higiene personal, pero entre los más codiciados estaban las medias para las mujeres.

El tema de la libertad de los ciudadanos imperaba en el país. También supe por qué aquél restaurante de la novena avenida estaba tan escondido. El gobierno prohíbe los restaurantes y solo permite algunas licencias a los “paladares”. Tampoco el Internet es completamente libre. Cuando tomé una computadora en el hotel para mandar un correo a mi papá, me pude dar cuenta que sólo al Hotmail te permitía entrar y había muchísimas restricciones para otras páginas.


Me apena que eso suceda en Cuba y aunque admiro su dignidad y otros grandes logros como en Medicina, y sobre todo en Educación (Cuba tiene el menor índice de analfabetismo de América, incluso menor que Estados Unidos), no me deja de causar indignación por la limitación de sus libertades.

Tuve oportunidad de reflexionar con mi esposa en el último día de mi estancia. Ver lo bueno y lo malo de ese viaje; estaba fascinado por la historia de Cuba y la victoria de la revolución, cuanta grandeza había en aquél pueblo y cómo lamentablemente Estados Unidos ha hecho lo imposible por debilitar su gobierno sólo porque no piensan como ellos y afectan su interés de explotarlos como les dé su gana.

Pero hasta qué punto puede establecerse un límite, y a qué precio puede venderse la dignidad y la libertad de un pueblo.

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lunes, 16 de julio de 2007

el punto de inicio

Abro este blog para la publicación de mis ocurrencias en materia de política, periodismo, noticias nacionales, deportes, y sobre todo, literatura.

Nada de poses, me cagan.

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